Como observamos, el desarrollo de un niño con Síndrome de Down no se aleja tanto de la realidad infantil de un niño sin discapacidad. Tan sólo debemos tener en cuenta que la progresión de sus habilidades, tanto motoras como intelectuales, pueden tener un transcurso más lento de lo conocido como estándar. No obstante, esto no debe de limitar su evolución infantil y social, puesto que es un niño más, con la inocencia de un pequeño descubridor impulsado por la curiosidad innata, la cual genera múltiples destrezas que le pueden llevar a desarrollar una vida autónoma e independiente como cualquier persona.
Tan sólo debemos generar los espacios oportunos e inclusivos, así como una adecuación de los recursos que le faciliten un progreso equivalente a cada etapa del desarrollo pero, a la vez, ajustados a sus necesidades. No debemos olvidar que detrás de una discapacidad siempre reside una persona, dispuesta a luchar por ser uno más y haciendo uso de los derechos humanos que a veces se ven relegados por priorizar la discapacidad ante la persona.
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